La valoración que hacemos de nosotros mismos, depende de tener aceptación y gusto por el cuerpo, esto significa un buen concepto corporal importante en la relación con el mundo; reconocer las habilidades y destrezas intelectuales y tener un buen control de las emociones lo que significaría desarrollar la inteligencia emocional.
En nuestra cultura hay una gran diferenciación con relación a la educación de nuestros niños y niñas. Aún hoy en día, se les estimula la ternura, la vanidad, las actitudes histriónicas y dramáticas. Desde pequeñas los dobles mensajes generan negatividad hacia su expresiones corporales e íntimas.
Se hace indispensable romper la concepción errada de la sexualidad, en donde ellos entiendan que sus necesidades sexuales son aplazables, y sus deseos no son caballos salvajes imparables.
Las mujeres jóvenes viven bajo la presión del atractivo físico como una manera que facilita la buena escogencia de pareja. Hoy en día se espera de ellas, ser soporte económico, social y una buena amante.
La mayoría de las mujeres, independiente de su condición social, tiene miedo al paso de los años, a perder sus atractivos físicos, a romper con su pareja y a estar condenadas a una soltería prolongada y no deseada.
Muchas de las diferencias vividas por hombres y mujeres se ven reflejadas en la liberalidad social y sexual que privilegia a los hombres. Para algunas demasiadas cargas refuerzan la idea de un hombre siempre presente, que es necesario retener para gozar de su protección.
Las mujeres tenemos una fuerza interior insospechada, no reconocida por muchas, que nos hace sabias, con una gran capacidad de recuperarnos de la adversidad, para darle un nuevo horizonte a nuestras vidas.
La sexualidad posee un lenguaje propio: amoroso, tierno o pasional, que se traduce en gestos, en miradas seductoras, en sonrisas como posibilidad, en palabras mudas, en la expresión de sensaciones no dichas; es la embriaguez y el misterio del encuentro